De pie sobre la tarde intima como su cuarto con la cama deshecha. Un momento suspendido en el tiempo, atrapado entre el placer y el deber. Uno se despierta y se estira, mira el techo relajado por unos momentos y luego se levanta para contemplar la cama en cuestion. Despeinada como quien se asoma por la ventana, nos inspira ternura en su desarreglada inocencia. Pero es cuestion de segundos para que nos invada la culpa, y recordamos que debemos ordenarla. Con algo de resentimiento sacudimos las sabanas, y con ellas lo que soñamos aquella noche. Nos entregamos a la tarea de aprisionar con frasadas aquel lecho que nos arropo incondicionalmente. Todo sea por la rutina.
(Observa sus zapatos algo sucios y roidos, lejos de estar lustrados. Palpa su camisa y siente la suavidad de la ropa que no ha sido planchada en un tiempo. Quizas sea mejor asi, nadie quiere ser formal).
El ocaso es como aquel momento en el que se puede contemplar la cama sin culpa. El dia lo pasas contando las horas que llevas despierto, y la noche recordando como las contabas. Pero en la luz rojiza del crepusculo no ves pasado ni futuro, ni siquiera presente. Desprovisto de tiempo, te encuentras contigo mismo por unos instantes (¿Se lo puede llamar instantes aunque no puedan ser medidos?). Ese es el momento mas placentero para un hombre, o el mas aterrador. Despues de todo, ¿Cuantos pueden encontrarse en lo que refleja el espejo? Me atrevo a decir que todos pueden, pero no todos se atreven. Inspeccionar hasta el ultimo pliegue de nuestra sombra, y juzgarnos a nosotros mismos. Despues de todo en nuestra benevolencia somos los jueces mas crueles.
(Siente como su pierna derecha se entumece y la sacude, seguido del hormigueo que nos avisa como nuestro cuerpo de despierta de su siesta algo confundido. Sonrie pues recuerda el mismo entumecimiento de los dias de colegio al pararse del banco y reirse mientras se arrastra la pierna adormecida. Pero hoy no puede permitirse un error causado por la fatiga, los dias de despreocupada inocencia han quedado muy atras).
Supongo que solo puede sostenerse la mirada a si mismo en el espejo quien no huye de lo que fue, o de lo que es ahora, y solo quien pueda hacerlo es feliz. Las multitudes que aseguran ser felices son solo aquellos que lo desconocen; solo tus ojos son lo suficientemente agudos para emitir un juicio acertado. Que felices son ellos en su ignorancia, pero uno no puede ignorar una verdad asi una vez que la conoce.
(Su mano izquierda tiembla, pero la derecha la aprisiona tenazmente. Su cuerpo parece adivinar los acontecimentos que estan por suceder. Este intenta noble, e ingenuamente, proteger la carne. No puede evitar sentir cierto afecto ante estos instintos basicos, pero el hace tiempo dejo de preocuparse por ello).
Cuantas veces me he visto en el espejo y no pude sino bajar la mirada. Es inhumano soportar el estupor de todos aquellos que de alguna manera te criaron, todos los que se preocuparon por ti, ahora decepcionados. Su recuerdo atrapado en mis pupilas me ataca silenciosamente. Imagina todos los consejos ignorados y esperanzas muertas atrapadas en las cuencas de tus parpados, hasta que te preguntas si no eres mas que lo que quedo de lo que otros esperaban que fueras, de lo que tu esperabas ser.
El viento desarregla su pelo suavemente. La brisa no lo invita a unirsele, pero tampoco lo rechaza. Esa es la misma indiferencia que lo mato hace tiempo ya, pero en este momento no se percata de ello. Aquel resplandor rojizo lo protege de su conciencia incriminante, pero percibe que este destello comienza a flaquear. Pronta esta la noche, y el sabe que esta no tiene misericordia. No esta seguro si el rugido de autos a su espalda se asemeja mas a una suplica que le implora que recapacite, o a un coro de voces que lo acusa de cobarde y rie con un estruendo metalico. Pero por una vez en su vida no hace caso a lo que digan los otros, y se encoge de hombros levemente mientras sonrie para si, al borde de una carcajada. Entonces se inclina, dispuesto a disfrutar del viento por ultima vez.
Pocos recuerdan haber visto un hombre en la cima del puente aquella tarde, observando el horizonte, o eso parecia. Un pasante creyo ver una figura caer al agua y desaparecer en las olas. Por mera curiosidad se asomo por la baranda para fijar su mirada en el circulo de espuma, el cual ya comenzaba a difuminarse por la corriente. Pero la luz del atardecer es engañosa y confusa, por lo que aparto la mirada de aquel sol que le obliga a entrecerrar los ojos, y siguio caminando.
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Mi primer publicacion, sean benevolentes.