martes, 9 de octubre de 2012

Caballos de madera.


Recien duchandome me acorde de alguna historia que lei hace tiempo sobre unos aborigenes y la llegada de los colonizadores. No me acuerdo que pais. El texto describia en detalle el choque de culturas, los puentes que se intentaron tender entre estas, los que se tiraron abajo, ese tipo de cosas. Te mostraban las luchas idiomáticas y esfuerzos por entenderse, las conversaciones y las pequeñas cosas. Pero una expresión titilaba en mi memoria, "Caballos de madera". Asi le decian los aborigenes a los barcos. Toda mi vida asumi que este tipo de expresiones (Bufalos de metal para los trenes, Varas de trueno para los rifles) eran un signo de barbarie, o en el mejor de los casos ignorancia. Signo de una cultura que jamas habian imaginado mas alla de lo que veian en sus ojos, que no tenian capacidad de abstraccion para comprender cualquier cosa que no tuviera los engranajes a la vista, que nunca habían pispeado en la caverna de platon y su mundo de las ideas.

Pero despues me acorde que los aborigenes llegaban en un momento a a manejar los barcos. Rapidamente descifraban sus mecanicas y terminaban piloteandolos mejor que los conquistadores en algunos casos. Igual que con los rifles, el metal, y tantas otras cosas.  Pero aun asi seguían diciendo Caballos de madera. Obviamente a este punto, ya comprendian que aquello no era un caballo. Entendian que era otro ente sin relacion alguna, que no eran hermanos engendrados por la misma madre, que tenian una función distinta. ¿Porque entonces le seguian llamando asi? ¿Porque no acuñar una palabra para ese ente, en vez de denominarlo en relacion a otras cosas?

Empeze a recordar que esta singularidad de su lenguaje se extendia a todas sus palabras. No usaban términos concretos para "arbol" o "lluvia", sino que siempre intentaban definirlos como similar a algo, o la consecuencia de alguna causa superior. Ellos no decían “horizonte” decían “allí donde el cielo abraza la tierra”. Ellos no decían “rio”, decían “el agua que cae de la montaña”. Me di cuenta que, quizas sin quererlo, estos aborigenes hablaban en metáforas, su lengua era la poesia. Jamas buscaban terminos tecnicos, ni eficiencia en el lenguaje, jerarquizaban el sentimiento por sobre la claridad, la esencia de la cosa por sobre sus accidentes. Importaba mas que el arbol respirara que que midiera 7 metros. Importaba mas que la cantidad de veces que veian amanecer el sol, que lo que cualquier reloj les pudiera indicar.

Usaban un lenguaje abarcativo, relacionante. No podian describir la lluvia sin el cielo, el calor sin el sol, las estrellas sin la luna. Es cierto, esto les dificultaba discutir conceptos, aislar ideas y construir una realidad abstracta, pero eso no les interesaba. Ellos vivian y hablaban como si de verdad todo estuviera conectado, no entendian la necesidad o aun mas, el deseo del hombre moderno, de fragmentar la realidad para entenderla. Ellos encontraban el entendimiento en el todo, cuando algo formaba parte del mundo. Que horror debe parecerles el método científico de aislar un objeto de todas sus variables para encontrar su propósito, creyendo que tiene uno cuando esta desnudo. Que equivocada les debe resultar nuestra ciencia, con nuestros microscopios y disecciones, siempre cavando para encontrar que caldera es la que mueve todas estas cosas. Quizas para ellos somos como imanes, y yo solo me muevo porque vos estas cerca, porque vos estas sentado en esa silla.

Saltando conclusiones mientras seguia en la ducha, derrochando agua como siempre, entendi que esta fasceta de su lenguaje se traducia en su filosofia de vida. Recorde la carta del jefe Sealth, que me hicieron leer en el colego secundario, y es de esas cosas que no te olvidas jamas como si lo haces con las formulas derivativas de matematica. El era un aborigen norteamericano que le envio una carta al presidente estadounidense, quien se "ofrecia" a comprar sus tierras. Sealth respondio, "Como podes comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? La idea nos es extraña. Nosotros no somos dueños de la frescura del aire, del resplandor del agua. Como puedes comprarnos eso?" Ellos no eran capaces de fragmentar el mundo, de parcelarlo y venderlo. Solo asi es que podemos nosotros hacerlo, el todo nos da miedo, nos parece indomable. Necesitamos trazar lineas, dibujar mapas y fronteras para sentirnos superiores. Que miedo que esconde esa actitud. Que ilusión tan grande.  

Imaginen como seria vivir como viven estos aborigenes. En vez de distanciarnos de los objetos con nombres y definiciones, llamarlos por lo que son, por lo que despiertan en nosotros. Si llamaramos a los edificios panales de gente, arboles de hormigón, alfileres de gigantes. Si llamaramos a los colectivos jaurias en ruedas. Si hablaramos del sol como la canica de dios, el ojo de un titan, una linterna a la deriva, que tanto mas sagradas serian las cosas, que tanto mas respeto le tendriamos al mundo, en vez de creer que lo conocemos por saber su nombre, por saber pronunciarlo, que tanto menos asumiriamos. Pero ya tengo los dedos arrugados como cuando era chico y no queria salir de la bañadera, asi que mejor apago la ducha y dejo de pensar. Al menos hasta mañana.