lunes, 30 de agosto de 2010

Por razones que no entenderias.

Finalmente termine el cuento que me estaba costando tanto. Fue dificil enganchar todas las distintas partes que tenia en la cabeza y tuve que esforzarme en no repetir una sola palabra para que quedara como queria... si se toman el trabajo de leerlo entenderan de que hablo.

La clave es no pensar demasiado. Tu mente tiene que estar en otro lugar, fuera de tu cuerpo, para sentir lo menos posible, para que este avance por su cuenta. Así me encuentro mirando a los costados, buscando algo ajeno a mí. La gente se acumula allí, tras la cinta, devorando el espectáculo con los ojos. Me pregunto cuántos de ellos habrán corrido alguna vez. Sacudo la cabeza al imaginar sus respuestas automáticas e ignorantes, obvio que no estoy hablando del movimiento rápido de piernas que algunos llamarían correr. Cualquiera puede hacer eso. Hablo de lo que estamos haciendo nosotros ahora.

Pronto me veo obligado a fijar la vista adelante, nunca puedo mirar al público por mucho tiempo. Sus palabras de aliento y sus gestos desbordantes de energía con los que pretenden darme algún tipo de fuerza solo me dan ganas de frenarme en seco, de decirles que se callen, que si quieren tener el derecho de decirme que siga adelante tienen que sentir lo que siento yo ahora, o haberlo sentido alguna vez. Si quieren gritar que continúe, si desean brindarme el más mínimo ánimo deben conocer antes la gravedad de sus palabras, lo que cuesta dar un paso en este momento.

Me encuentro mirándolos inevitablemente de nuevo con cierto odio, es una pena que el cansancio oculte todo rastro de él en mi cara y estoy listo para ignorarlos nuevamente cuando una persona me llama la atención. Nuestros ojos se cruzan en el momento justo en que paso frente a él y unos instantes son suficientes para darme cuenta porque me llamo la atención. Sus brazos están cruzados frente a su pecho, su cuerpo ligeramente tensado como si sintiera un leve dolor, quizás el mío. Su rostro esta serio, su seño fruncido y sus labios cerrados con más fuerza de la necesaria. Creo que comprende que si yo pudiera cambiar la expresión en mi rostro lo haría para darle a entender que lo vi, que se que está ahí, no como el resto. Si, comprende, pues se permite curvar ligeramente los labios pero arquea las cejas como para compensar el gesto, y me dedica una triste y determinada sonrisa. Eso era todo lo que necesitaba.

Enseguida me doy cuenta que él sabe. El sabe lo que se siente escuchar a cada célula de tu cuerpo gritar que pares pero tener que ignorar su pedido, que lo que sea que mantiene unidas todas tus partes está a punto de ceder ante la presión; que no importa de qué forma respires el aire siempre encuentra una manera de quemarte por adentro y bajar por tu garganta como una lija que no pasa ningún punto por alto hasta llegar a tus pulmones, los cuales se contraen frenéticamente ante la llegada del dolor y quieren dejar de respirar, morir asfixiados antes que ingerir voluntariamente otra bocanada de ese veneno, pero el resto de tu cuerpo implora por oxigeno de tal forma que sus suplicas hacen necesaria esta tortura y continuas medio muerto, convencido de que respirar siempre se sintió así, que la idea de que el aire pueda entrar por tu boca sin causarte más que alivio es un truco que te juega tu mente para hacerte caer, para que dejes de avanzar.

Pero antes de darme cuenta ya lo pase de largo y me encuentro mirando a más gente con banderines en la mano. Sin embargo su mirada y su silencio son más tangibles que los gritos de todo el estadio, y de ellos saco la fuerza que estaba buscando. Aprieto fuerte la mandíbula, en parte para sentir que todavía tengo control sobre algo, en parte para aplacar el dolor que sé que estoy por sentir, y comienzo a dar pasos más largos. El corredor que iba delante mío me mira atónito al ver como lo sobrepaso a un ritmo anormal para la última recta y el público rompe en gritos instantáneamente, ya saben a quién alentar. En otro momento esto me hubiese molestado pero ya no logran desconcentrarme, hay un solo par de ojos que me importan y sé que no me pierden de vista. Mi único objetivo es hacer cada paso unos milímetros más largo que el anterior, y lo voy logrando. Algunos ingenuos pensaran que es solo cuestión de acelerar, de ir más rápido, pero no saben que los músculos ya no existen a este punto. No, quedaron varios metros atrás, y lo único que nos mantiene de pie es nuestro esqueleto y la voluntad que a duras penas logra moverlo, por lo que pongo un pie lo más lejos que puedo del otro y espero no desplomarme.

Pero todavía no puedo caerme, se que el pasto es más cómodo pasando la cinta de llegada, ahí donde los corredores nunca lo pisan. Desapareció el publico y su papel picado que solo hacen más denso el aire, lejos está la línea de largada en la que yo era otra persona, atrás quedan los otros corredores mientras los paso uno por uno, preguntándose por que estaré corriendo. Pronto logre dejar todo lo que no importaba a mis espaldas, y comienzo a sonreír por el viento que me pega en la cara, por no darle el gusto a la tierra de colapsar sobre ella, y porque ahora mi cuerpo es un coro de gritos y suplicas en perfecta armonía que me ordenan que pare, rugiendo amenazas e incoherencias debido a la falta de oxigeno, pero tampoco les doy el gusto, y sonrió aun mas al saber que ni mis piernas, ni mis brazos, ni mis pulmones pueden retenerme en este momento, y que hay veces en las que el cuerpo no es la prisión del alma*. Sé que aquellos ojos que me seguían ya no lucen adoloridos, sino que sonríen también a su manera.

Lo próximo que se es que estoy respirando por primera vez en mi vida, y que mi espalda descansa sobre ese pasto sin pisar que había visto pasando la cinta, mientras siento como cada parte de mi cuerpo vuelve lentamente de la muerte, dándome la razón y disculpándose por no haber tenido fe en mi. Ignoro a cuantos pase al final, al igual que ignoro el momento en que cruce la llegada, no pare hasta llegar a este lugar sobre el cual quería desplomarme, sobre el cual había elegido caer. Pero no me interesa la carrera ahora y lo único que veo son las nubes que pasan por encima mío mientras pienso cómo me gustaría tomarme una entera y que como mi alma ya no está aprisionada por mi cuerpo quizás simplemente suba y lo haga. Cierro los ojos pensando en cómo se sentiría tomar una nube y apenas mis pulmones me lo permiten comienzo a reír tan eufóricamente como mi garganta adolorida puede soportarlo, y siento pasos y corredores que me saludan, y estrecho algunas manos desde el piso mientras rio cada vez más fuerte, y una voz seria y monótona viene a decirme algo de una medalla pero le digo en un susurro que no me moleste ahora. Estas pequeñas muertes son las que me hacen sentir vivo.

lunes, 23 de agosto de 2010

Deberia irme a dormir - Log 2.

En vistas de que sigo teniendo problemas con el final del cuento que estoy escribiendo (esta por ahí ese final, no se preocupen que ya lo voy a encontrar) y de que quiero actualizar una vez por semana, voy a hacer lo mismo que la vez pasada. Por los comentarios que dejaron me dio la impresión de que por lo menos no odiaron lo que hice. Mientras no me pidan que salga a cantar afuera de la ducha*, está todo bien. Así que voy a escribir lo que pasa por mi cabeza en este momento, y sus alrededores.

Son las 4 a.m, y debería irme a dormir. Me convenzo de acostarme al dar vuelta esta página, al terminar el capitulo, pero entonces leo sus últimas líneas: "Y con tanta ciencia una inútil ansia de tener lastima de algo, de que llueva aquí adentro, de que por fin empiece a llover, a oler a tierra, a cosas vivas. Si, por fin a cosas vivas."* No, no me puedo ir a dormir después de eso. Necesito seguir hasta que las palabras amaguen a ser tediosas, lo necesario para darme unos segundos de desatención y razonar que el libro va a seguir ahí mañana, no necesariamente esperándome pero tampoco creo que vaya a huir de mi. Envidio a las personas que pueden tener un monologo interior en paz, porque enseguida una voz en mi cabeza me indica que quizás sea yo el que no este acá mañana para agarrar el libro.

No, evitemos caer en las fatalidades en las que se le teme a las vueltas de la vida y a ese auto que algunos están convencidos, los va a atropellar si no miran tres veces antes de cruzar la calle (derecha, izquierda, derecha de nuevo). No estoy hablando de eso. Además la vida tiene un sentido del humor bastante irónico, y va a esperar pacientemente a que uno de ellos mire tan solo dos veces antes de cruzar, y entonces lo embestirá. El hombre, ahora reducido a nada sobre la calle, va a levantar su brazo por sobre el asfalto todo lo que pueda, y con un índice tembloroso elevado como quien da un sermón, pronunciara como una excusa para el que conducía, o capaz solo para sí mismo: "Yo sabía que debería haberme fijado tres veces", y se alegrara de que esas sean sus últimas palabras. En su camino al cielo quizás no se anime a cruzar las nubes por miedo a chocar con un avión. Habrá vivido encogido, enfrentado la vida con miedo y encarado la felicidad de la misma manera. Pero por lo menos se habrá castigado.

Si menciono a estas personas es solo para identificarlas y poder alejarse de inmediato, su miedo es altamente contagioso. Cuando ellos ven unas sombras en un rincón oscuro no piensan en dos enamorados refugiándose del mundo, sino en el escondite de alguien preparado para atacarlos. Cuando alguien camina cabizbajo cerca de ellos no se preguntan si estará teniendo un mal día, recuerdan el índice de robos. Cuando se paran sobre una montaña no se asoman para sentir el viento, cuentan los pasos que los separan del borde. Siempre me pareció el colmo de lo absurdo. Es mantenerte en forma para después encadenarte los pies, es plantar una flor y guardarla en un frasco de vidrio, es conservar la vida solo para ver más nítidamente como se nos va. Y es triste que tantas personas no lo entiendan.

Por supuesto que yo voy a estar acá mañana, pero si no llego a estar les aseguro que no voy a ser consciente de mi ausencia. Aun si llego a estar consciente de ella... pues no estaría ausente entonces. ¿Ven que fácil es despreocuparse? No solo fácil, sino lógico, un tipo especial de lógica que los que no la entienden llaman locura, y los locos nos reímos en sus caras porque a nosotros, tal como a la vida, nos gusta la ironía.

Pero al parecer termine hablando de aquello de lo que no quería hablar, como me pasa siempre, y al final no les dije a que se refería mi subconsciente con que quizás yo no este acá mañana. Podría explicarlo todavía, pero ya no parece tan importante.



*A ver quien sabe de donde son estas dos.

jueves, 19 de agosto de 2010

Una de esas noches - Log 1.

Esto no es un cuento. Seria más bien lo que escribiría en un diario, si tuviera uno. Así que pretendamos que tengo un diario. Pero no de esos que empiezan con "Querido diario". No me gustan esos.

"Man's mind,stretched to a new idea,never goes back to it's original dimension - La mente del hombre, estirada a una nueva idea, nunca vuelve a su dimension original"
-Oliver Wendell Holmes*

Hoy es una de esas noches. Me pasa cada tanto. Veo una película, comprendo una idea, sospecho una verdad, termino una historia, doy vida a un personaje, entiendo al hombre detrás de la máscara. Los ojos ciegos bien abiertos* mientras miro a la nada y a todo a la vez, en un ingenuo intento de ver un poco mas allá, apenas mas. Alguien pasando por ahí pensaría que estoy buscando una respuesta en el polvo que se junta en la unión de los sócalos de la pared de mi cuarto. Da lo mismo a donde mire, solo trato de ver entera esa imagen que ahora me doy cuenta, estuvo siempre en algún lugar esperando a que la encontrara.

Mi mente se estira hasta límites insospechados como un elástico, y siento como mi interior se ajusta eufórico al cambio. Rara vez abandono el cómodo escudo de la lógica fría, pero cuando lo hago mi espíritu me lo agradece. Por unas horas soy radical, soy un pacifista, soy un soñador o soy leal a causas que jamás hicieron nada por mí. Tengo esperanza en todo lo que vale la pena tenerla y mis convicciones son de acero. De repente morir por mantener en pie una idea suena no solo noble, también correcto, pero más correcto aun suena evitar a toda costa que alguien mate en su nombre. Entendí por un momento a los revolucionarios dispuestos a poner una bomba donde su corazón lo indique, y me enorgullezco un poco de eso en secreto.

Pero esto no dura mucho. Nadie puede vivir iluminado, por razones prácticas. Después de un rato un instinto natural de supervivencia que está en todos nosotros comienza a actuar, el olvido. Me convenzo de que las cosas no fueron tan así, de que claramente exagere, de que por alguna razón solo en las películas la idea es superior al hombre. Hasta lamento un poco haber gastado tanto tiempo mirando el polvo que se junta en el sócalo, y sé que la musa que me visito ahora llora en algún lado por mi traición. Hace unos momentos había jurado defenderla y ahora ya la estaba olvidando.

El mundo es cínico de nuevo y yo no me puedo quedar atrás, los ideales son pisoteados como banderas de otra época y como siempre, probablemente no haga más que quejarme un poco cuando vea a la gente marchar sobre ellas. Mi mente se achica, los horizontes se contraen, es cierto. Pero no vuelven a su forma original, se alargaron un poco. Como un molde que se intento ajustar a otra figura, se deforman, pero se deforman para bien. Ahora quizás hable un poco más fuerte cuando vea una multitud pisotear esas banderas, quizás les exija un mínimo de respeto hacia ellas que solo estaban ahí para darnos un propósito, para que nuestras vidas fueran algo más que respirar y dormir. De esa manera me vuelvo un poco más como quisiera ser. Cada vez estoy más cerca de poder sostener ese momento en que mis acciones coincidan con mis ideales, en que tenga la imagen que busco siempre, clara en la cabeza, y que no se escape en cuanto yo vacile. A veces pienso que eso es crecer, aunque la mayoría piense que crecer es justo lo contrario. Pero no, ellos no crecen.

Envejecen.



* Me pregunto quién entenderá la referencia. Voy a empezar a poner asteriscos cuando haga referencias de ahora en más. El que las adivine se lleva un premio. Mentira, solo mi respeto. Qué premio miserable, no?

*ACTUALIZACION: 26 de agosto. Acabo de encontrar la cita de este tipo, Oliver Wendell Holmes, que CLARAMENTE viajo en el tiempo, leyo mi escrito, volvio a su tiempo y dijo eso robandome mi idea. Yo escribi "Mi mente se achica, los horizontes se contraen, es cierto. Pero no vuelven a su forma original, se alargaron un poco. Como un molde que se intento ajustar a otra figura, se deforman" sin leer antes su cita, y son demasiado parecidas como para ser coincidencia. Unica conclusion posible, existe una maquina del tiempo. Ahora solo es cuestion de encontrarla y usarla para...

viernes, 6 de agosto de 2010

Soy una maquina de escribir a cuerda.

Me pusiste demasiada presión encima, aunque no lo sabias. Un pedido que quizás era solo otro favor para vos, no importa, en mi mente muta a algo de monstruosas proporciones. Crece mientras más le doy vueltas y como una bola de nieve levanta todo lo que encuentra a su paso, chatarra oxidada y olvidada que hace tiempo buscaba una oportunidad para hacerme daño. Rebota contra las paredes de mi cabeza y sus bordes filosos me sacuden y no me deja dormir. ¿Qué le voy a hacer? Empecé a escribir algo ayer que termine borrando con cierta furia, y no estuve tranquilo hasta tirar esa hoja a la basura. Como si tuviera miedo de que fuese a recriminarme que la había dejado incompleta, las palabras a las que les había dado vida tan solo para quitársela unos minutos después todavía visibles, sus pequeños cadáveres lograban quitarme el sueño. Ellas eran inocentes, yo simplemente no me había hecho cargo de lo que había engendrado. La culpa me carcome.

Pero no soy yo, ni es la hoja, ni las palabras agonizantes que mate ese día, sos vos. Sos peor que una multitud de críticos literarios liderados por Borges mismo, este ultimo resucitado de la muerte. Sentados en frente mío observando cada vez que escribo una frase y murmurando palabras de desaprobación cuando borro algo, indignadísimos de que me atreva siquiera a escribir. Debo aclarar que si Borges era petulante antes, lo es más ahora que volvió del más allá y dice saber algo que nosotros no, pero tampoco quiere compartirlo. Anuncia que lo dejara ver entre misteriosas oraciones en sus libros, ¿Pero no es eso lo que todos hacemos? Ahora estoy inventando declaraciones de escritores muertos, como si no tuviésemos suficiente confusión con las que hacen los vivos... ¿Ves el daño que le producís a mi psiquis?

La escena cambia, el público se impacienta, el límite de entrega se acerca. Me piden que me ponga de pie, que improvise algo, quieren ver a un loro cantar. Imagínate en un escenario, las luces te ciegan y solo sabes que el público esta ahí por que te pide a gritos que cantes. Pero vos no tenes aire y cuando te ven trastabillar saben que están en posición de exigir. Intentas cantar pero la voz se te quiebra y pedís pausa, unos momentos de benevolencia, pero ellos quieren que tropieces, quieren verte bailar bajo sus hilos, quieren manejar algo, tener el control, manipular una vida. Por supuesto que no se cantar cuando me lo piden, fui entrenado para cantar en la ducha, para escribir en la noche, cuando menos pienso en hacerlo.

Pero vos queres que escriba. Me forzas a hacerlo, y encima te atreves a fijar una fecha. Un día, una hora, un momento, para guillotinar aquel boceto, para disecarlo y ponerlo en un estante. Como si mis cuentos no estuvieran vivos, como si no respiraran cuando yo lo hago, como si no cambiaran de forma cada vez que alguien nuevo los lee. No, vos queres algo solido que puedas tantear con tus manos, algo que no salga volando en cuanto abras una ventana, algo que puedas llamar "tuyo".

Ahora soy un asesino y la tinta es mi sangre y las palabras se cicatrizan en el dorso de mi mano, como en una película que vimos alguna vez. ¿Te acordas como decíamos que eso era cruel? ¿Que nos preguntábamos que se sentiría? No, obvio que el público no sabe que se siente, solo pueden imaginarlo con el dolor que ven en mi cara, y les encanta. Y los odio, no por el dolor ni la sangre, ni la bola de nieve e ideas en mi cabeza, ni las hojas regadas de pequeños cadáveres, ni por qué me saquen de la ducha para cantar, ni por la suave entonación en sus palabras que lo hace parecer un pedido inocente. No, los odio porque me piden que escriba, y lo logran. Así es, lo logras, ¿ves? ¿¿Entendes?? Te odio.

Ah, y feliz cumpleaños.