sábado, 29 de mayo de 2010

Yo, vos y algun desierto.


[La siguiente conversacion esta basada en hechos (suficientemente) reales]

-Estoy aburrida. Escribime algo.

-¿Algo como qué? No puedo inventar cosas de la nada.

-Sí que podes.

-Pero no es lo mismo cuando la gente tiene expectativas.

-Yo, vos y algún desierto. No espero nada más.

-¿Que haríamos en un desierto? Asumo que estaríamos perdidos... y tendríamos calor.

Aunque yo no diría “calor”. La sola mención de esa palabra se nos hacia ridícula. Hace tiempo habíamos dejado de usarla. La sustituimos por nuestro andar torcido, nuestros gestos hechos a medias, nuestra silenciosa sumisión. Es lógico que la palabra nos resulte absurda, como si los que escribieron el diccionario pudiesen entenderla desde sus escritorios. Probablemente sea mejor así, nosotros la reemplazaríamos por los insultos más atroces... o dejaríamos el espacio en blanco. Hasta el espíritu para insultarla nos arrebato.

Trate de convencerte de que tomaras el último sorbo de agua, pero lo negaste diciendo que no tenías tanta sed. Yo dije lo mismo, cansado de retrasar lo inevitable más de lo necesario. Ya nos habíamos dicho todo lo que temíamos que quedara sin decir. Quizás fuimos egoístas y no queríamos que el otro nos abandonara antes de tiempo. Quizás fuimos santos y deseábamos perecer al mismo tiempo. Recordando alguna historia te llame Baucis, y en un destello de ironía me llamaste Filemón. El humor macabro fue nuestro último aliado, y creo que esa, nuestra última sonrisa.

Fuera cual fuese la razón, el camello fue quien bebió el último trago, nos pareció más justo que regalárselo a la arena. Ella no se merecía nada. Sabíamos que continuaría golpeándonos una vez que hubiéramos caído, sin tregua, hasta reducirnos a nada más que granos de arena. Como si no hubiera suficientes ya. Me pregunto si nos veremos obligados a atacar a los próximos que pasen por acá, y quise saber si los que nos atacaban en ese momento habían sido alguna vez como nosotros. Entonces pensé que capaz podría haberles dado ese último trago de agua.

-Cae el telón?

-No, el telón no cae. El viento nos mantendrá en un limbo constante, y como personajes en algún cuento de Sartre, no tendremos parpados que cerrar.

-...

-Bueno, cae el telón. Que se yo.

-Otro. Yo, Moscú, y un farol en la noche.

-¿Por qué Moscú?

-No se. Decimelo vos.

-Supongo que estarías escapando de algo… y tendrías frio.

viernes, 7 de mayo de 2010

Todos tenemos nuestra segunda estrella a la derecha.



-¿Subis conmigo?
Interrumpiendo sus pensamientos, creyo haber escuchado mal y lo miro sorprendida. ¿Como se atrevia a romper el silencio? Extrañamente, sus ojos no tenian sombras y sonreia expectante con la mano estirada. Era una jugada absurda, si ella decia que no el quedaria en ridiculo. Debia tramar algo, quizas quitaria la mano en el ultimo instante y se reiria de su ingenuidad. Estaba intentando descifrar su estrategia cuando la musica mecanica y oxidada comenzo a sonar, a la vez que cientos de lamparitas de colores se encendieron para iluminar la noche al compas de los engranajes que cobraban vida a su alrededor. Solo entonces supo donde estaban, lo tomo de la mano sin dudar y subieron juntos a aquella noria que solo recordaban por viejas fotografias.

-Que bueno estaba cuando no todo era un juego de ajedrez... ¿no? -Dijo el asomandose por la baranda preguntandose donde podria comprar dos globos rojos, sino noventa y nueve.
-Ya olvide en que momento quedamos en distintos lados del tablero -Dijo ella, sabiendo que no tenia nada que fingir.
-No tenemos mucho tiempo -Aunque tampoco sentia apuro por gastarlo en palabras.
-Tenemos todo el tiempo del mundo, solo que no nos damos cuenta -Y rio mostrando todos los dientes, como en los tiempos en que no intentaba ser coqueta.
-¡Una estrella fugaz! -Exclamo el, con una efusividad de la que cualquier adulto se hubiese avergonzado- ¿Pedimos un deseo?
-Es raro como si no prestas atencion se pasa sin que te des cuenta, ¿no? -Dijo hablando casi para si misma mientras apoyaba la cabeza en su hombro.
-Que cosa, ¿la estrella?

Ella levanto la vista sorprendida y se encontro con su sonrisa complice en la oscuridad. Trato de recordar los tiempos en que creia en las estrellas fugaces. ¿Cuando habia comenzado a culparlas? ¿Cuando a ignorarlas? Se lamento en voz baja por los años perdidos con lo que ella habia confundido con madurez.
-Claro, la estrella -Dijo, devolviendole la misma sonrisa.
-Entonces...
-Si, dale. Pidamos un deseo. Pero no me lo digas, o sino no se cumple...